El crimen real que inspiró “El conjuro 3″, una posesión demoníaca que llegó a la Justicia

El conjuro 3: El diablo me obligó a hacerlo ya recaudó 111 millones de dólares a nivel mundial, una cifra apabullante en este contexto de crisis. La clave es el estremecedor caso real que inspiró a su historia, un crimen que puso por primera vez en la historia judicial de los Estados Unidos a una posesión demoníaca.

La franquicia de El conjuro ya lleva tres películas de su propia saga, El conjuro, de 2013; y El conjuro 2, de 2016; tres desprendimientos focalizados en la muñeca maldita que aparece en el primer film, Annabelle, de 2014; Annabelle 2: La creación, de 2017; Annabelle 3: Viene a casa, de 2019; y el spin off independiente La monja, de 2018. En todo ese universo, con referencias, presencias protagónicas o apariciones secundarias aparece el matrimonio que investiga casos paranormales y practica exorcismos: Ed y Lorraine Warren.

La historia de El conjuro 3 está inspirada en lo que pasó el 16 de febrero de 1981, cuando Alan Bono, de 40 años, fue apuñalado por Arne Cheyenne Johnson, que en ese momento tenía 19. La primera conmoción tuvo que ver con que fue el primer asesinato de la ciudad de Brookline, Connecticut. Pero lo que más famoso hizo el caso fue lo que adujo el acusado: aseguró que lo obligó el diablo.

El crimen no se dio en cualquier contexto. En el inicio de la década del ‘80 había un fanatismo particular por las historias demoníacas, un poco impulsadas por lo que generó a fines de los ‘60 El bebé de Rosemary y a comienzos de los ‘70 por El exorcista. En la vida real, fue una etapa en la que lo satánico atraía a masas de lectores y televidentes en los diarios y en los noticieros, con crímenes aberrantes como la masacre de Sharon Tate por parte del conocido clan Manson, como la seguidilla de asesinatos seriales por parte de David Berkowitz, “El hijo de Sam”.

En ese contexto, hubo una situación previa a la muerte de Bono que ocurrió cuando la familia de la novia de Johnson, Deborah Glatzel, se mudó a una casa vieja en las afueras de Brookline con la intención de restaurarla para alquilarla. Mientras empezaron a repararla, el más chico de los nenes, David, dijo que veía a un “hombre bestia” y tuvo experiencias extremas. “Pateaba, mordía, escupía y exclamaba palabras terribles”, contó en una crónica de 1981 de The New York Times, Judy, la mamá del nene.

Esto llevó a que la mujer fuera a buscar desesperada a los Warren, que ya eran conocidos en los medios por haber asistido el caso real llamado “El horror de Amityville”. “Mientras Ed entrevistó al nene, vi una forma negra y brumosa junto a él, lo que me anticipó que estábamos lidiando con algo de naturaleza negativa. Al rato, el chico se estaba quejando de que unas manos invisibles lo estaban asfixiando y tenía marcas rojas. Dijo que tenía la sensación de haber sido golpeado”, comentó Lorraine Warren a la revista People, en un reportaje publicado el 26 de octubre de 1981.

La supuesta posesión de David Glatzel desembocó en algo más. La hermana del chico y su novio, Arne Johnson, se fueron a otro lugar porque “todo se había vuelto insoportable”, precisó el artículo de People. De esta forma, se mudaron a un departamento contiguo al de Alan Bono, un hombre que recién llegaba a la ciudad y trabajaba cuidando perros.

La tarde del crimen transcurría sin sobresaltos. De acuerdo a la crónica de The Washington Post, Bono subió el volumen de la música del estéreo que hacía poco tiempo había reparado Johnson. Más tarde encendió la televisión y volvió a poner el sonido muy fuerte. Algo transformó a Johnson. “De repente, simplemente se rompió. No puedo explicarlo”, le dijo a ese medio Wanda, la hermana del joven. Según su relato, gruñía como un animal.

Arne Johnson llega a la corte de Connecticut en el primer día de su juicio en 1981.

Johnson apuñaló varias veces a Bono, que murió en el momento. Tras el ataque, el joven de 19 años caminó hacia el bosque con la mirada perdida. Lo encontró un policía a unos 2 kilómetros y medio de la casa. “Arne Johnson estaba poseído y no supo nada de lo que pasó por, al menos, dos horas”, aseguró en una entrevista que circula en YouTube el verdadero Ed Warren, que trabajó el caso en ese momento junto a su esposa, la vidente Lorraine Warren.

Esta idea fue llevada al juicio contra Johnson por parte de su abogado, que alegó que su defendido había sido tomado por una entidad maligna. “Los tribunales siempre se ocuparon de la existencia de Dios. Ahora van a tener que lidiar con la existencia del diablo”, expresó Martin Minella en los tribunales. Fue la primera vez en la historia judicial de los Estados Unidos que un letrado argumentaba que una persona había cometido un crimen bajo los efectos de una posesión.

Ed y Lorraine Warren inspiraron la saga de “El Conjuro”.

El 21 de noviembre de 1981 sentenciaron a 20 años de prisión a Johnson por el crimen de Bono. Tras cinco años de haber estado en la cárcel, recuperó la libertad por buen comportamiento. “Fue un preso ejemplar. Su estado mental fue examinado cuidadosamente. No se encontraron factores negativos”, expresó Hans Fjelman, el jefe de libertad condicional del departamento de correcciones del distrito de Connecticut, según puntualizó un cable de AP publicado el día de su liberación.

Arne Johnson llega a la corte.

Los Warren quedaron muy marcados por este caso, ya que muchos programas televisivos del momento criticaron que el matrimonio haya explotado comercialmente la trama judicial para sus libros, conferencias y charlas. Ambos insistieron hasta el último día en que todo fue producto de una posesión demoníaca, tal como se muestra en El conjuro 3. El testimonio de la hermana de Johnson que recogió The New York Times en 1981 remarcó esta idea sobrenatural: “Mi hermanito dijo que había visto a la bestia entrar en el cuerpo de Cheyenne y que fue la bestia la que cometió el crimen”.

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