Juan Carlos Rojas fue encontrado sin vida en la mañana del domingo, y la noticia golpeó fuerte en distintos ámbitos.
En primer lugar a sus familiares y amigos, a quienes enviamos nuestras respetuosas condolencias, que se sorprendieron por la pérdida del dirigente, quien se mostraba vital y en plenitud a sus 73 años, sin que se conocieran problemas de salud o inconvenientes que hicieran presagiar el doloroso desenlace.
Rojitas era una persona querida, que vivía de manera sencilla y nunca se le subieron los humos a la cabeza. Tenía su casa allá en el barrio República Argentina, y recibía a todo el mundo sin inconvenientes.
También se sintió el golpe en el gobierno, y no es para menos: Rojas era ministro en ejercicio de sus funciones, a cargo de un área sensible como Desarrollo Social.
Si bien llevaba poco tiempo en el cargo, apenas medio año, estaba acomodándose bien en la función, que desde hace tiempo viene en manos del barrionuevismo, y que históricamente juega un papel importante en tiempos preelectorales, cuando los reclamos y protestas se multiplican por todas partes.
Otro ámbito donde se siente fuerte la pérdida es en el gremio gastronómico, que Rojas conducía desde hace muchos años, y que lo tenía como líder natural en la provincia aunque repartiera su tiempo con otras funciones, como cuando se desempeñó como diputado provincial.
La muerte también repercutió en la CGT, ya que Rojas ocupaba en el Ejecutivo el sillón que los sindicatos reclamaban desde hace tiempo, y ahora tendrán la expectativa de que no se pierda ese espacio de poder.
El gremio debe buscar otro conductor, el gobierno debe buscar otro ministro, y los trabajadores reclamarán un representante en Casa de Gobierno. Aunque la pérdida humana es lo más triste e importante, lo cierto es que la partida de Rojitas deja un escenario que exigirá decisiones pronto.
Una muestra del impacto de lo sucedido fue la llegada de Luis Barrionuevo desde Buenos Aires. Además de tener una conocida amistad personal con Rojas, es posible que Luis sea consultado sobre cómo enfrentar este momento institucionalmente.
Jalil, por su parte, declaró tres días de duelo. Momento para respetar y despedir a un trabajador que se destacó por buenos motivos, tal como lo recordaron dirigentes de todas las fuerzas políticas.