Deuda: desde el Gobierno aseguran que si ceden algo más, podrían sobrevenir trastornos sociales

Ahora mismo, mientras se escriben estas líneas, hay portales oprimiendo al Gobierno para que ceda. Las condiciones estaban y están dadas para propagar incertidumbre y producir ganancias especulativamente.

Ni los pedidos de procesamientos por escuchas ilegales, ni el ex ministro procesado por la causa “peajes”, ni la sorpresa que nos dio este finde la fortuna oculta en Suiza del dueño de un diario centenario. Nada de eso remunera la noticia. La oposición, los medios hegemónicos y los acreedores interpretan una única partitura escrita por el establishment. Desde el principio habían instalado como fecha límite 31 de marzo. Inclusive pusieron cifras deseadas de valor presente y repudiaron la oferta inicial del Gobierno.

Puede que no haya acuerdo, entonces el sistema financiero internacional, el dólar y los bancos deberían estar listos para que los indecisos se sumen al impago. La única forma de evitar una catástrofe global es (roll over relief) refinanciando todos los vencimientos por todas partes del planeta, a tasas bajas en forma permanente e ilimitada como hacen en Europa y EE.UU.

Contradiciendo a los sortílegos y agoreros pasamos los 230 días de negociación sin contar “la previa” (antes del 10 de diciembre). Mientras el mundo sigue expresando voces a favor de un acuerdo: el FMI, los presidentes europeos, el consenso de economistas académicos más destacados; algunos argentinos patean en contra y se unen a los fondos para pedir “un poco más”.

El Presidente y el Ministro Guzmán están convencidos que si ceden algo mas, podrían sobrevenir trastornos sociales. Este último es un argumento inteligible pero insuficiente. Es que a ningún acreedor le interesa distinguir entre De la Rúa-Macri, y los que levantan los muertos que dejaron.

La etapa recesiva iniciada en 2018 que luego se transformó en depresión fue afectando a los agentes económicos. A la devaluación de la moneda y las empresas tecleando, 2020 sumo la pandemia. Sólo mediante moderados esfuerzos fiscales se está sosteniendo la actividad. La pandemia se hace escuchar, mientras “cuidado conmigo” presiona por 3 dólares más.

A esta situación internacional y local se agregan las contradicciones en que viene incurriendo la OMS y los países desarrollados. El Gobierno vive bajo la presión constante de un coro: “que se mueran todos”. Es comprensible que en este contexto la cotización del dólar informal haya seguido escalando posiciones durante el mes de julio, si bien hizo un descanso, el paralelo ha vuelto a transformarse en el caño de escape.

Desde una perspectiva más amplia, puede advertirse la falta de articulación de los intereses nacionales entre los poderes del Estado y la oposición. La ineficiencia del sistema judicial, la limitada decisión del BCRA -que demuestra que urge una Reforma Financiera-, reflejan la debilidad de la periferia de un Poder Ejecutivo que parece remar en dulce de leche.

Un párrafo aparte merece el permanente intento de la oposición por meter palos en la rueda a cualquier iniciativa oficialista, aun en medio de una negociación tan crucial. La mancomunidad Cambiemos sigue añorando retroceder siete décadas en la legislación laboral y previsional. Afortunadamente la CGT cuenta ahora con un Poder Ejecutivo aliado.

Si bien la posición de Alberto Fernandez es sólida, porque cuenta con el respaldo del amplio marco de la coalición peronista, con la oposición no ocurre lo mismo. Cada vez que pueden lo taladran. El Presidente es un estratega que debe negociar constantemente con los “poderes facticos” y apoyarse en concesiones. Según manifestó una funcionaria clave del presidente, no se puede ni pensar en contender con la oposición en una situación como la actual. El problema es que la oposición no está enterada. Eso es como ignorar una bala que viene de frente.

Varios analistas políticos de la city (también los hay) espolean al Presidente para optar por una postura más ortodoxa. Si lo hiciera probablemente perdería parte de su propio sustento político (Frente de Todos), y el respaldo de los gobernadores provinciales y legisladores nacionales que actualmente lo apoyan. Si eso fuera posible Massa seria presidente de la Nación, no de diputados.

El problema reside en que la combinación de todos estos factores políticos institucionales arrastra la actividad económica hacia abajo. Si se suman los desaciertos acumulados cambiarios, monetarios y fiscales de la dirigencia anterior (2015-2019) abruman. La magnitud del derrumbe productivo desde abril de 2018 es fenomenal. Paralelamente, la tecnocracia vernácula y los comunicadores “sobres salientes” reclaman un programa económico sustentable. -¿Sería como el que les dio el Gobierno anterior?- No lo sabemos.

Estas exigencias de presuntos libre mercadistas, son ideológicamente contradictorias. Planificar la economía es socialista. La pauta de la actividad en el mercado no es la creación de ningún plan o designio consiente. El mercado no está dirigido por ninguna escala de valores ni jerarquía de objetivos como una economía de planificación, sino que sirve a los fines independientes y diversos de todos sus miembros individuales (Hayek). Además hay razones más importantes que las ideológicas que son obvias. -¿Quieres asignarle una calificación a la planificación y los programas del periodo 2015-2019?- Sin pandemia, con una oposición desarticulada y enjuiciada, con los dos Estados provinciales más ricos… “se ha perdido una oportunidad histórica”.

Cambiemos demostró en 2018 que ni siquiera un presupuesto anual aprobado por el Congreso significa mucho. Recuerde las metas: inflación 12%, dólar $20, crecimiento 3.5%. Realidad: 46% de inflación, dólar a $40 y crecimiento negativo -3%. En 2016 había ocurrido lo mismo y finalmente en 2019 también.

La traumática situación económica que la Argentina ha venido atravesando en los últimos cuatro años, ha hecho perder de vista a la opinión pública el eje de la crisis que afecta al país. Este no es otro que el mecanismo de endeudamiento y fuga de capitales, que terminó por comprometer la solvencia intertemporal. Además la presunción de que el Estado no iba a recuperar la cordura hizo que el crédito que se tomaba fuera concedido a tasas exorbitantes que ahora se están renegociando. El entorno descripto terminó desembocando en postración, la caída de recursos fiscales por el ajuste convenido con el FMI desde 2018 agravó aún más el cuadro.

El default anunciado como “re perfilamiento” en agosto de 2019, más la devaluación desordenada del peso (2018-2019), un presidente enojado frente a la monumental derrota de las PASO, hicieron que se saltara de “modo destrucción incremental”; a “modo Oaky, rompo todo”, destrucción radical y completa del sistema económico.

La devaluación ha hecho que la deuda pública crezca exponencialmente y, aun suponiendo un acuerdo de u$s 53, la relación en términos del PBI es explosiva, si se considera la caída en el 2020 del Producto, debido al Covid-19. Como en la Argentina tras el default de la deuda en 2019 persisten las indefiniciones acerca del proceso de reestructuración del tramo externo, lamentablemente la única señal que sigue trasmitiendo en vivo y en directo es “la verde”.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí