Lo que comenzó como una ambiciosa misión interplanetaria en plena Guerra Fría terminó convirtiéndose en un caso emblemático de persistencia orbital y advertencia tecnológica. La sonda soviética Kosmos 482, lanzada en 1972 para explorar Venus, cayó finalmente a la Tierra este sábado por la madrugada, 53 años después de su despegue fallido. Su cápsula de descenso, atrapada en una órbita elíptica desde entonces, reingresó en la atmósfera y se precipitó en el océano Índico, a unos 560 kilómetros al oeste de la isla de Andamán del Medio.
Diseñada como gemela de la exitosa Venera 8, la nave nunca abandonó la órbita terrestre debido a una falla en la cuarta etapa del cohete Molnia-M, que impidió alcanzar la velocidad de escape. A pesar del fracaso, su estructura —preparada para resistir las condiciones extremas de la atmósfera venusina— resistió el paso del tiempo, convirtiéndose en uno de los objetos más duraderos en órbita.
El astrónomo Claudio Martínez explicó que “a las 6.04 UTC aún se detectaba la nave, pero ya no estaba en órbita a las 7.32. Es decir, cayó”. Aunque no hubo testigos del evento, expertos esperan que en las próximas horas surjan imágenes o videos de su caída.
El caso de Kosmos 482 generó especial atención no solo por su historia, sino por los riesgos que implica el reingreso de basura espacial. La cápsula llevaba instrumentos científicos inactivos y un diseño robusto, con una cubierta de titanio y paracaídas que, según la NASA, podrían haber sobrevivido al reingreso. Su trayectoria, incierta hasta último momento, incluía zonas densamente pobladas, como Nueva York, Pekín o Londres.
Actualmente, más de 1,2 millones de fragmentos mayores a un centímetro orbitan la Tierra, de los cuales unos 50.000 superan los 10 centímetros, según la Agencia Espacial Europea (ESA). La caída de esta cápsula pone nuevamente en evidencia la necesidad urgente de mejorar los protocolos de monitoreo, predicción y control de residuos espaciales.
Kosmos 482 no representó una amenaza directa, pero su regreso marcó el fin de un capítulo congelado en el tiempo y encendió una señal de alarma sobre un problema que crece sin pausa alrededor del planeta.