El rey Carlos III prometió este viernes servir “toda la vida”, como su difunta madre Isabel II, a unos británicos de luto por la muerte de la icónica reina y que abrazaron al nuevo monarca con gritos de “¡Dios salve al rey!”.
“Mamá, mientras inicias tu largo viaje para unirte con mi querido papá, quiero decirte gracias por tu amor a nuestra familia y a la familia de naciones”, comenzó durante su primer discurso a la nación, grabado en el Palacio de Buckingham y retransmitido por televisión.
“Mi amada mamá”, cuando cumplió 21 años, “se comprometió (…) a dedicar su vida, ya fuera corta o larga, al servicio del pueblo”, recordó el rey.
“Yo les renuevo hoy esa promesa de servicio durante toda la vida”, agregó Carlos III, de 73 años, comprometiéndose a defender “los principios constitucionales”.
Miles de personas lo habían recibido con una ovación a su regreso a Londres desde Escocia, 800 km al norte, donde Isabel II falleció este jueves con 96 años en el castillo de Balmoral.
“¡Dios salve al rey!”, gritó la multitud, cuando Carlos III bajó junto a su esposa, la reina consorte Camila, del Rolls Royce oficial que los llevó desde el aeropuerto hasta las rejas de Buckingham, donde se izó por primera vez para él el estandarte real.
Dando un largo paseo, el nuevo monarca estrechó muchas manos y recibió de viva voz los mensajes de condolencias y apoyo.
Convertido automáticamente en rey a la muerte de su madre, será oficialmente proclamado monarca el sábado.
Su hijo mayor Guillermo, de 40 años, será nombrado príncipe de Gales, anunció Carlos III, que también expresó su “amor” a su hijo menor, Enrique, de 37, y la esposa de este, la exactriz estadounidense Meghan Markle.
La familia real mantenía una tensa relación con la pareja desde que abandonaron sus funciones en 2020 y se fueron a vivir a Estados Unidos.
EL DISCURSO COMPLETO DE CARLOS III
“Me dirijo a ustedes hoy con sentimientos de profundo dolor. A lo largo de su vida, Su Majestad la Reina -mi querida madre- fue una inspiración y un ejemplo para mí y para toda mi familia, y tenemos con ella la deuda más sentida que cualquier familia puede tener con su madre; por su amor, su afecto, su guía, su comprensión y su ejemplo.
La Reina Isabel tuvo una vida bien vivida; una promesa con destino cumplida y se la llora profundamente en su fallecimiento. Esa promesa de servicio de por vida la renuevo hoy a todos ustedes.
Junto con el dolor personal que siente toda mi familia, también compartimos con muchos de ustedes en el Reino Unido, en todos los países en los que la Reina fue Jefe de Estado, en la Commonwealth y en todo el mundo, un profundo sentimiento de gratitud por los más de 70 años en los que mi Madre, como Reina, sirvió a los pueblos de tantas naciones.
En 1947, cuando cumplió 21 años, se comprometió en una transmisión desde Ciudad del Cabo a la Commonwealth a dedicar su vida, ya fuera corta o larga, al servicio de sus pueblos. Fue más que una promesa: fue un profundo compromiso personal que definió toda su vida. Hizo sacrificios por el deber.
Su dedicación y devoción como Soberana nunca decayó, en tiempos de cambio y progreso, en tiempos de alegría y celebración, y en tiempos de tristeza y pérdida.
En su vida de servicio vimos ese amor permanente por la tradición, junto con ese abrazo intrépido al progreso, que nos hace grandes como naciones. El afecto, la admiración y el respeto que inspiró se convirtieron en el sello de su reinado.
Y, como pueden atestiguar todos los miembros de mi familia, combinaba estas cualidades con la calidez, el humor y una capacidad infalible para ver siempre lo mejor de las personas.
Rindo homenaje a la memoria de mi madre y honro su vida de servicio. Sé que su muerte les produce una gran tristeza a muchos de ustedes y comparto ese sentimiento de pérdida, sin medida, con todos ustedes.
Cuando la Reina subió al trono, Gran Bretaña y el mundo todavía estaban lidiando con las privaciones y las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial, y todavía vivían según las convenciones de tiempos anteriores. En el transcurso de los últimos 70 años hemos visto cómo nuestra sociedad se ha convertido en una sociedad con muchas culturas y muchas creencias.
Las instituciones del Estado han cambiado a su vez. Pero, a través de todos los cambios y desafíos, nuestra nación y la familia más amplia de Reinos -de cuyos talentos, tradiciones y logros estoy tan inexpresablemente orgulloso- han prosperado y florecido. Nuestros valores han permanecido, y deben permanecer, constantes.
El papel y los deberes de la Monarquía también permanecen, al igual que la relación y la responsabilidad particular del Soberano hacia la Iglesia de Inglaterra, la Iglesia en la que mi propia fe está tan profundamente arraigada.
En esa fe, y en los valores que inspira, he sido educado para apreciar el sentido del deber hacia los demás, y para tener el mayor respeto por las preciosas tradiciones, libertades y responsabilidades de nuestra historia única y nuestro sistema de gobierno parlamentario.
Como la propia Reina hizo con tan inquebrantable devoción, yo también me comprometo solemnemente, durante el tiempo que Dios me conceda, a defender los principios constitucionales en el corazón de nuestra nación.
Y dondequiera que vivan en el Reino Unido, o en los reinos y territorios de todo el mundo, y sean cuales sean sus orígenes o creencias, me esforzaré por servirles con lealtad, respeto y amor, como he hecho a lo largo de mi vida. Por supuesto, mi vida cambiará al asumir mis nuevas responsabilidades.
Ya no podré dedicar tanto tiempo y energías a las organizaciones benéficas y a los temas que tanto me interesan. Pero sé que esta importante labor continuará en manos de otros.
Este es también un momento de cambio para mi familia. Cuento con la cariñosa ayuda de mi querida esposa, Camilla. En reconocimiento a su leal servicio público desde que nos casamos hace 17 años, se convierte en mi reina consorte.
Sé que aportará a las exigencias de su nuevo papel la firme devoción al deber en la que tanto he confiado. Como mi heredero, Guillermo asume ahora los títulos escoceses que tanto han significado para mí.
Me sucede como Duque de Cornualles y asume las responsabilidades del Ducado de Cornualles que he asumido durante más de cinco décadas. Hoy, me siento orgulloso de crearlo Príncipe de Gales, Tywysog Cymru, el país cuyo título he tenido el gran privilegio de llevar durante gran parte de mi vida y de mi deber.
Con Catalina a su lado, nuestros nuevos Príncipes de Gales, sé que seguirán inspirando y liderando nuestras conversaciones nacionales, ayudando a llevar a los marginados al centro de la tierra donde se puede prestar una ayuda vital. También quiero expresar mi amor por Harry y Meghan mientras siguen construyendo sus vidas en el extranjero.
Dentro de poco más de una semana nos reuniremos como nación, como Commonwealth y, de hecho, como comunidad mundial, para dar sepultura a mi querida madre. En nuestro dolor, recordemos y saquemos fuerzas de la luz de su ejemplo.
En nombre de toda mi familia, sólo puedo dar las más sinceras y sentidas gracias por sus condolencias y su apoyo. Significan para mí más de lo que puedo expresar.
Y a mi querida mamá, que comienza su último gran viaje para reunirse con mi querido y difunto papá, sólo quiero decirle esto: gracias.
Gracias por tu amor y devoción a nuestra familia y a la familia de naciones a la que has servido tan diligentemente todos estos años. Que los vuelos de los ángeles te canten hasta tu descanso”.