Este domingo, Alemania celebra una de las elecciones más determinantes de su historia reciente. En un contexto de crisis económica, descontento social y amenazas geopolíticas, el país decidirá el rumbo de su gobierno y el equilibrio de poder en Europa.
Friedrich Merz, líder de la democracia cristiana (CDU) y sucesor de Angela Merkel, se perfila como favorito, aunque enfrenta una contienda desafiante. Con una plataforma que promueve el regreso a un modelo económico más rígido, busca conquistar a un electorado afectado por la recesión y el desempleo. Sin embargo, el verdadero fenómeno electoral es el ascenso de Alternativa para Alemania (AfD), el partido de extrema derecha liderado por Alice Weidel, que ha duplicado su intención de voto respecto a 2021.
El auge de la AfD se debe, en gran parte, a la crisis de la coalición gobernante liderada por el socialdemócrata Olaf Scholz, así como a la creciente percepción de inseguridad y descontento con la inmigración. Además, la injerencia extranjera ha cobrado un papel sin precedentes, con figuras como Elon Musk y el vicepresidente estadounidense J. D. Vance expresando apoyo a la extrema derecha.
Las autoridades alemanas temen posibles intentos de manipulación electoral, señalando operaciones rusas de desinformación y ciberataques que podrían alterar los resultados.