Es un secreto de Estado que podría revelarse en las próximas horas: Alberto Fernández está a un paso de lograr un acuerdo con Xi Jinping por la provisión de 30 millones de dosis de la vacuna china contra el COVID-19.
Es una noticia formidable para la Casa Rosada que ayer descartó un acuerdo comercial con la empresa farmacéutica Pfizer y aguardó sin resultado que el Kremlin confirmara cuando aterrizarán en Ezeiza las 20 millones de vacunas Sputnik V que prometió el Fondo Ruso de Inversión Directa.
Alberto Fernández ya logró que Xi bajara el precio de cada vacuna (30 dólares por unidad) y que haya una entrega urgente de un millón de dosis en febrero (dos dosis, una vacuna). Pero Sinopharm exige a Balcarce 50 que se abone cada uno de los cargamentos antes de su salida desde Beijing.
Hasta que Ginés González García no destrabe esa cláusula contractual, las vacunas chinas no llegarán a Ezeiza. Y eso podría ocurrir el próximo miércoles, si el CEO de Sinopharm no agrega otro condicionante al acuerdo comercial que se negocia contra reloj entre el Ministerio de Salud y la principal compañía farmacéutica del régimen comunista.
Desde una perspectiva científica y burocrática todo ya ha sido resuelto. Los análisis técnicos están en la ANMAT, y Aerolíneas Argentinas tiene alistada una hoja de ruta para viajar sin demoras a Beijing. Cuando el vuelo charter finalmente aterrice en Buenos Aires, Ginés González García tiene previsto comunicar que se concedió la autorización para aplicar la vacuna de Sinopharm.
Si no hay un obstáculo de último momento, el contrato con China será anunciado antes que concluya esta semana. Y en este contexto, puede haber una ironía en la geopolítica: lo que no resolvió Vladimir Putin, lo haría Xi Jinping, su adversario silencioso en la periferia global.