Abrazo de oso

Cuando la presidenta de la Cámara de Diputados, Cecilia Guerrero, levantó las banderas del pedido de Justicia por el aberrante crimen del ministro Juan Carlos Rojas, parecía que la familia del sindicalista y funcionario asesinado ganaba un aliado importante.

Con cara seria, Cecilia Guerrero marchó delante de los fotógrafos, hizo declaraciones y se puso a la vanguardia en el compromiso de ayudar a la familia Rojas.

Todo muy conmovedor, hasta que tuvo que intervenir en el caso, directa e indirectamente. Allí su fraternal abrazo se transformó en un verdadero abrazo de oso, metáfora empleada porque ese animal, por su descomunal fuerza, con un simple abrazo le alcanza para destrozar a su víctima.

Y así pareció hacerlo lentamente Guerrero. Primero, claro está, con su actuación en el jury de enjuiciamiento que evaluó la controvertida tarea del fiscal Laureano Palacios, cuestionado precisamente por la familia de la víctima y por toda persona que haya seguido las alternativas de la investigación.

Porque Laureano Palacios dijo primero que el caso era una muerte por causas naturales sin signos de violencia, teoría insostenible que se evidenció en su falacia cuando los hijos de “Rojitas” mostraron crudas fotografías que mostraban cómo se había hallado el cuerpo del ministro.

Palacios quedó en capilla, pero finalmente Guerrero lo salvó al dictaminar que había actuado correctamente. Fue la primera decepción.

Cecilia Guerrero cayó entonces en un tobogán de credibilidad y su imagen política se derritió como un helado. Tanto que de ser la presidenta de Diputados la borraron por completo de las listas de candidatos y la dejaron afuera de toda discusión. Un fin de ciclo abrupto que nadie salió a lamentar ni motivó defensas entre sus pares, ni en dirigentes o militantes.

Y la frutilla del postre llegó con el desplazamiento de Fernando Rojas, hijo de Rojitas, del cargo que ocupaba en la misma Cámara de Diputados que preside Guerrero.

Se argumentó un ordenamiento “interno”, al parecer de terrible urgencia porque Guerrero lo tiene que ejecutar a pocos meses de irse de la función pública.

En la Legislatura, las cosas huelen a una vendetta para hacerle sentir el rigor a los Rojas, después de los tropiezos que sellaron la suerte de Cecilia.

Menos mal que quería ayudarlos. Dejá nomás Cecilia, no ayudes tanto.

El Catucho

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