A sus 40 años, Serena Williams dijo adiós al tenis

Durante mucho tiempo resultará imposible pensar en el tenis sin Serena Williams. Es cierto que en las últimas temporadas mermó su rendimiento y la cantidad de partidos, pero su presencia –ahora ausencia- marca un antes y un después en el deporte de las raquetas. Su retiro aún hace temblar los cimientos de todos los courts.

Hablar de la menor de las hermanas Williams significa ir más allá de su figura deportiva. Es un ícono de la lucha feminista y de la igualdad racial, que alzó su potente voz para reclamar derechos cuando pocos lo hacían.

“El primer nivel de su legado será el de una mujer que, junto con su hermana y su familia, fue capaz de salir de una situación difícil al crecer en Compton –en las afueras de Los Angeles-, sin muchos recursos, y jugar un deporte que todavía era tradicionalmente blanco y bastante caro”, opinó Martin Blackman, gerente general de desarrollo de la USTA, a la agencia AFP.

El tenis ya no será igual

Basta como mención que posee uno de los saques más rápidos de la historia con 207 km/h, un golpe que le ayudaba a construir desde la base un estilo de juego agresivo, por momentos imposible de contener y que infundía temor en sus rivales.

No había medias tintas para la nacida el 26 de septiembre de 1981 en Saginaw, Michigan. Quizás porque su vida no tuvo lugar para grises. Su familia se mudó a Compton, un peligroso barrio de California, cuando ella era pequeña, y su padre, Richard Williams, que era entrenador, llevaba a sus cinco hijas a practicar. Así se forjó la exnúmero 1 del mundo, que ganaba o perdía explotando cada impacto en sus partidos.

Serena y Venus Williams

“Dentro de 100 años seguiremos hablando de Serena Williams”, lanzó Daniil Medvedev, líder del ranking ATP. La estadounidense ganó 73 títulos –lejos de los 167 de Martina Navratilova-, de los cuales 23 fueron de Grand Slam, a uno del récord absoluto de Margaret Court.

En 1999 ganó el US Open, su primer torneo grande, con sólo 17 años. Fue la primera jugadora afroamericana en obtener un major desde que Althea Gibson triunfara en el mismo certamen en 1958. En casi 25 años de competencia WTA se impuso en todos los Slams en más de una ocasión: se coronó siete veces en Australia, tres en Roland Garros, siete en Wimbledon y seis en Estados Unidos.

Su ascenso a la cima del tenis femenino se produjo el 8 de julio de 2002. En total conservó el N°1 del mundo durante 314 semanas, el tercer registro histórico detrás de las 377 de Steffi Graf y las 331 de Navratilova. También está tercera con 133 semanas consecutivas, con las mismas protagonistas delante (186 y 156, respectivamente).

Claro que no todo fue color de rosas en la carrera profesional de Serena Williams. En el propio US Open vivió momentos desconcertantes cargados de polémica, como en la edición 2009, cuando en la semifinal ante Kim Clijsters –a la postre campeona- amenazó a la jueza de línea con meterle “una pelota en la garganta” tras cantarle una falta de pie. Ese punto le dio el match point a la belga, que luego ganó por descalificación de la estadounidense por violar el código de conducta.

El episodio más violento en la carrera de Serena ocurrió en 2018, en la final del US Open que tuvo a Osaka como ganadora. En diferentes tramos del partido, la ídola local mantuvo cruces con el umpire Carlos Ramos. Acusada por el juez por recibir indicaciones de su coach, la ex N°1 del mundo fue sancionada con un punto. “Yo nunca hice trampa, me debés una disculpa”, lanzó la jugadora, que trató de “mentiroso” y “ladrón” al francés. Finalmente perdió un game y dejó a la japonesa con el título en la mano.

Su último trofeo de Grand Slam fue en 2017, cuando ganó el Abierto de Australia. Algunas semanas después confirmó que estaba embarazada. Había sido campeona de un major en plena gestación. Olympia Ohanian nació en septiembre de ese año, y tras la cesárea, debió ser intervenida cuatro veces más por cuadros de embolia pulmonar, síntomas que sufre desde 2010.

Debido a esta situación, Williams se vio obligada a usar vestimentas especiales durante los torneos, algo que agradó al público y al marketing pero no así a las diferentes organizaciones. “Ya no será aceptado. Uno debe respetar el juego y el lugar”, espetó Bernard Giudicelli, presidente de la Federación Francesa de Tenis en 2018 cuando la triple campeona de Roland Garros lució un traje entero negro ajustado. Serena afirmó que era por salud, pero que empezaría a usar medias especiales para favorecer la circulación sanguínea en sus piernas.

En 2004 finalizó su contrato con Puma y firmó un nuevo convenio con Nike, empresa que aun hoy la patrocina y con quien diseña su propia indumentaria. O al menos diseñaba mientras jugaba. A lo largo de su carrera, la norteamericana ganó casi u$s 95 millones en premios, cifra que se podría cuadriplicar por vínculos comerciales. Las listas de Forbes la ubicaron en reiteradas oportunidades entre las mujeres mejores pagas de la historia del deporte.

“Llega un momento en la vida en el que tenemos que decidir tomar una dirección diferente. Tengo que centrarme en ser madre, en mis objetivos espirituales y en descubrir por fin a una Serena diferente, pero igual de emocionante. Voy a saborear estas próximas semanas”, opinó antes del US Open, en sintonía con el “ahora es el momento” que largó tras el debut.

Ya no hay gritos ensordecedores en el Arthur Ashe. El estadio de tenis más grande del mundo yace en soledad, triste, en pleno luto por el retiro de la última guerrera. El US Open no será igual. El deporte entero comienza un nuevo ciclo. Serena Williams ya entregó su testimonio.

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