Pasaron seis meses desde la renovación de autoridades a nivel nacional, provincial y municipal, seis meses que invitan a hacer una primera revisión de lo actuado por los flamantes funcionarios, aunque toda lectura quedará pasada por agua, por culpa de esta pandemia de coronavirus que se desató como una tormenta furiosa sobre todos los proyectos nacientes.
Le pasó a Alberto Fernández en Casa Rosada, a Raúl Jalil en Catamarca, a Gustavo Saadi en Capital y a casi todos los grandes ganadores de las elecciones de octubre.
Cuesta decirlo, pero la verdad es que todos tuvieron que arrojar sus planes por la borda del barco, atropellados por la amenaza del denominado “enemigo invisible”, un virus mortal que se llevó cientos de miles de vidas humanas… y también presupuestos y proyectos de campaña.
Un escenario muy desfavorable que –nobleza obliga- al cabo los tres mencionados manejaron muy bien. Alberto tomó la drástica decisión de obligar al país a detenerse precozmente.
Cuando el virus apenas era una noticia que llegaba del exterior, el presidente vio las barbas del vecino afeitar y puso las suyas en remojo. Las horribles informaciones que llegaban, por entonces de Italia y España, decidieron a Fernández a tomar todas las precauciones posibles, aun a riesgo de golpear duramente la economía.
El Presidente anunció que priorizaría la vida, que los números fiscales podían arreglarse pero las cifras de muertos eran irreversibles, y su plan funcionó muy bien. Alcanza con ver las estadísticas del coronavirus y compararlas con otros lugares, Brasil por caso, para reconocer que Argentina se hizo fuerte y controló bastante la situación, aunque no la haya superado todavía.
Jalil, lo mismo: hizo el Hospital Malbrán en el Sussex y mantiene en blanco la nómina de infectados en la provincia. Y Gustavo Saadi se mostró activo para sumar controles sin correr riesgos, al punto que hoy casi todas las actividades están habilitadas y no hay contagios.
Fueron seis meses navegando en la tormenta, y el timón no se descontroló. No es poca cosa en este escenario de incertidumbres y temores.
Pero hay también un costo, que comienza a sentirse en los bolsillos del ciudadano común. Hasta ahora, las arcas oficiales y su reparto de recursos –vía sueldos, vía préstamos, vía ayudas extraordinarias- contuvieron la crisis. Pero entre contener y resolver hay un extenso trecho, que abre incógnitas sobre el futuro.
Fuera de eso, Fernández ensayó un acercamiento maduro con la oposición que arrancó bien y ahora empieza a desflecarse, Jalil lanzó su reforma del Estado cueste lo que cueste, y Saadi venció a Arévalo en una pulseada que el sindicalista planteó muy rápido y perdió torpemente.
Es lo que dejaron estos primeros seis meses de gestión, en uno de los años más raros y difíciles que se recuerden a nivel mundial.