Se despertó Walter Arévalo. Después del lamentable cóctel de alcohol y Benadryl que al mismo tiempo le hizo efecto depresor y excitante, porque se durmió al volante y se peleó con los policías, el casi concejal volvió a la carga con sus pedidos demagógicos.
Como para taparle la boca a los que lo acusan de hacer un paro cada dos meses, esta vez no esperó tanto y se anticipó, capaz que porque su fallida intervención política le dejó tiempo libre de más.
Arévalo entró en la etapa final de su mandato (concluiría en marzo sin posibilidad de reelección), y se quiere despedir a lo grande como Francescoli.
Por eso se subió a la moto de los pedidos de bono de fin de año y se anotó con lo que asoma como una nueva protesta… ¡seis semanas después de firmar el acuerdo salarial!
El mismo gremialista salió después del acuerdo a decir que había hecho el mejor arreglo de la Provincia, y al toque aparece con otro reclamo.
Pero Walter no anduvo con chiquitas como su colega Ricardo Arévalo de ATE, que pidió un bono por lo que sea. El capo del SOEM se armó todo detallado y solicita un bonito de hasta 20.000 pesos, como para empardarlo al correntino que ganó el Quini 6.
Y si le dieran el bono a los dos días reclamaría la caja navideña, y si le dan la caja navideña a los dos días reclamaría por un turrón más, y si le dan otro turrón pediría la sidra, suponemos que sin Benadryl.
Mucho criticamos acá a las autoridades, pero también los sindicalistas tienen que tener un poco de responsabilidad y dejar de lado la demagogia.
Si tanto se apegan a los inflexibles estatutos para hacer cualquier reclamo, que la ropa, que el horario, que el corte de pelo, etc… ¿qué estatuto dice que hay que pagar un bono?
Tampoco se puede reclamar a toda hora por cualquier cosa, menos en la Capital que aguantó la pandemia y la caída de recursos sin echar a nadie, pagando siempre al día sueldos y aguinaldos, y con un aumento superior al 50 por ciento anual, por encima de la inflación.
Seamos serios, Walter. Y eso no quiere decir que se desconozcan las necesidades de la gente, pero el presupuesto tampoco es un chicle o un barril sin fondo.