La UCR de Catamarca vive uno de los peores años de su historia moderna. Y no solo por la cuestión electoral. La derrota en las PASO es una más en una seguidilla de ya 10 años. Y la ventaja de más de 20 puntos lograda por el oficialismo echa por tierra cualquier fantasía de revertir el resultado, dando por hecho que en noviembre se sumará un revés más. Pero el 2021 trajo para el radicalismo pérdidas mucho más profundas y estructurales. Algunas irreversibles y otras que demandarán mucho tiempo superar.
Ordenado cronológicamente y por lo gravoso del acontecimiento, los fallecimientos de Marita Colombo y Eduardo Brizuela del Moral fueron dos golpes durísimos para el radicalismo catamarqueños. El coronavirus y achaques de salud más relacionados con la edad provocaron la irremediable pérdida de la diputada provincial y el diputado nacional.
Ambos eran miembros del puñado de dirigentes históricos que forjaron y condujeron las dos décadas de hegemonía radical. Varias veces legisladora provincial y nacional, funcionaria en el área de salud provincial y hasta Convención Constituyente por Catamarca en 1994, Marita Colombo ejercía cargos desde principios de los 90 y falleció siendo diputada provincial. Por su parte, Brizuela del Moral estructuró el radicalismo y la alianza del FCyS siendo intendente de la Capital (tres veces) y gobernador (dos veces) además de varios periodos de legislador nacional. También murió ejerciendo su mandato como diputado nacional.
Estos luctuosos hechos significaron una lamentable pérdida en el nivel humano. Pero a su vez le arrebataron al desorientado radicalismo provincial dos de los pocos dirigentes que daban cierta forma y orden al partido. El ex mandatario, aunque menguado, aportando desde su trayectoria y como líder del último radicalismo triunfador. La legisladora, reconocida por su mesura y sensatez, había asumido el rol de presidenta del partido, poniéndo en la espalda la compleja misión de reagrupar la desperdigada dirigencia.
Sin llegar a tener la carga trágica e irreversible de las bajas señaladas párrafos arriba, el pasado domingo la UCR sufrió otra sensible pérdida, que no es la derrota electoral. De hecho, los tropiezos en las urnas son consecuencias coyunturales de falencias en el proceso. Más preocupante para el radicalismo es el marcado declive político de otro de sus caudillos. Por primera vez en mucho tiempo, Oscar Castillo y su sector quedan derrotados y relegados en la interna partidaria, configurando una inédita escena partidaria.
El tiempo es implacable y todos los procesos tienen un final. Lo ideal es trabajar y planificar las transiciones. Pero, para empeorar la situación, la UCR postergó el proceso de renovación dirigencial, por lo que no estaba preparado, más allá de lo inesperado de la muerte de Colombo y Brizuela del Moral, para activar el relevo. Y, súbitamente, el partido se encontró huérfano de sus principales dirigentes y sin construcción de alternativas.
Así las cosas, hoy la UCR deriva políticamente sin referentes de peso y nada parece dar esperanzas de que esto se pueda revertir en un plazo medio. Sus principales candidatos, y sin desmerecer su victoria en las primarias ni minimizar lo que buenamente pueden hacer por el partido, son dos dirigente de discreta trayectoria. Flabio Fama tiene apenas dos internas y es la primera vez que accedería a un cargo electivo. Francisco Monti es un joven dirigente con más futuro que recorrido.
Por fuera, no hay mucho más. El último candidato a gobernador y aspirante a líder dirigencial deambula en el ostracismo empujado por la lucha intestina. Las líneas internas con más historias parecen neutralizadas por el derrotismo y la falta de ideas. Los precandidatos perdedores parecerían más una intentona electoral que un proyecto político sólido. En general, un presente desolador y un futuro desesperanzador.
Ya salteando las Legislativas de noviembre, cita para la cual los resultados parecen estar puestos, el radicalismo tiene dos años de plazo para llegar a las elecciones generales de 2023 con una propuesta potable. La tarea es de una enorme complejidad. La UCR de Catamarca ha sufrido este año profundas pérdidas que no resultará sencillo superar.