El pase a planta permanente de 120 trabajadores municipales que decidió el Intendente Gustavo Saadi en la Capital, es una medida para el aplauso. Un reconocimiento justo para todos los que trabajaron en esta pandemia, desde el primer día, para ayudar a los demás.
Tantas veces nos quejamos del dinero que malgasta el Estado, tantas veces señalamos el desperdicio de recursos públicos. Ahora es momento de reconocer el acierto, la gran medida que se tomó con esos trabajadores, la mayoría precarizados, que en adelante tendrán la tranquilidad de una planta permanente. Un beneficio que se ganaron como se deben ganar las cosas: no cortando calles ni reclamando con prepotencia. Se lo ganaron trabajando.
Hay enfermeras, choferes, auxiliares, que estuvieron más expuestos que nadie al virus, porque les tocó actuar contra la pandemia desde que se declaró la emergencia sanitaria, y lo hicieron en las calles, visitando casas de familia, recorriendo barrios, vacunando, testeando, enseñando, previniendo, asistiendo.
Ninguno dijo “No voy a trabajar, tengo miedo de contagiarme”. Salieron a dar pelea.
Y hoy es una satisfacción saber que en el área de salud de la ciudad más grande de la provincia, ya no hay precarizados ni contratados.
Ahora que, según parece, empezamos a salir de la pandemia, o al menos de los momentos más angustiantes, ahora que sobran camas vacías para los que tengan que internarse, era el momento justo.
En el acto que se hizo en el Poli Sur, vimos a las autoridades convocar a los trabajadores para decirles “Gracias”. Algo tan elemental y tan poco frecuente.
Como dijo el intendente, ellos que volvieron con miedo a sus casas tantas veces, miedo de contagiar a un familiar, de haberse enfermado, podían volver con una buena noticia.
Excelente lo que se hizo. Un tiro para el lado de la justicia.
La visión del catucho