El recio conductor del SOEM, Walter Arévalo, blanqueó finalmente sus intenciones y se lanzó de lleno a la política.
El gremialista que aterrizó en el gremio después de un largo conflicto y se fortaleció con la mano que le dio el entonces intendente Raúl Jalil para saldar deudas, quiere dejar el impecable overol que convirtió en uniforme en la esquina de la plaza 25 de Agosto y saborear el poder más de cerca, con la muchachada de saco y corbata que tanto criticó en los últimos años.
Había esperado un llamado de Jalil en 2019, y hasta lanzó que podía ser ministro del nuevo gabinete, pero el gobernador le dejó el paquete de regalo al nuevo intendente y –que se sepa- nunca le ofreció nada.
Así que Walter esperó, pero no mucho, y en la primera oportunidad largó su carrera como político, integrándose al opositor Frente Amplio Catamarqueño del “despechado” Hugo “Grillo” Ávila, un corpacista de la primera hora que entró en llamas cuando perdió Tinogasta y se pasó a la vereda de enfrente.
Además de Ávila y Arévalo, también está el polémico Ricardo Rodríguez de la “Martín Fierro”, eterno socio de Arévalo y con algunos temitas judiciales en su currículum, siempre listo para mandarle gente en las movilizaciones municipales donde los empleados no aparecían.
Allá van todos a competir, y está muy bien, que la democracia es para eso, para que todos los ciudadanos participen.
Lo que no quedó muy claro fue la declaración de Arévalo cuando dijo que “vamos a poner toda la estructura que tenemos para acompañar”.
¿A qué estructura se referirá? ¿A la del gremio? Debe ser, porque otra no tiene.
Esperemos que no arme paros para promover su candidatura y salir en los medios, que no salga a cortar calles para exigir votos y sobre todo que las cuotas sindicales que le descuentan a los trabajadores no vayan a financiar la campaña.
La lucha gremial es legítima, la participación política también. Pero cuando se mezclan el cóctel es muy malo.
Esperemos que no suceda, y si sucede al menos va a quedar más claro que nunca cuál es el objetivo.