A los tumbos y con mucho esfuerzo, pero la UCR logró levantarse del letargo en el que estaba sumido por varios meses (tal vez años) y ponerse en movimiento. El proceso electoral interno para la renovación de las autoridades partidarias generó una reactivación de las estructuras. Como el ejercicio de kinesiología que se hace sobre un músculo anquilosado para recuperar su vigor y movilidad, el proceso de armado de las listas para la elección de febrero generó un saludable estímulo para el radicalismo, que permanecía casi inerte desde la derrota electoral de 2019.
Hace algunos meses revitalizar el partido parecía muy difícil y hasta algunos se aventuraron a vaticinar que la convocatoria iba a fracasar. De hecho, en la última Convención, cuando se acordó la convocatoria a la interna, empujar la estructura para rompiera la inercia de su estatismo parecía algo muy pesado, sobre todo porque había muchos dirigentes que, por conveniencia personal, hacían fuerza para que las cosas no se movieran.
La insistencia de algunos sectores internos como la Corriente Progresista Radical, que fue persistente en su repudio a “la unidad”, salvaron al proceso de caer en la trampa de las roscas y la mesa chica y obligaron a la dirigencia a sacudirse el polvo y ponerse a trabajar. Los famosos acuerdo de unidad son la estrategia perfecta para lo que buscan mantener el status quo de los partidos. Sectarios y restrictivos, dejan afuera a gran parte de la dirigencia y mandan al letargo a la estructura partidaria. Todo lo contrario, a lo que necesita la UCR, si lo que se busca es que recobre su salud.
Tampoco significa que la interna que están en marcha sea la panacea para todos los males que aqueja a los boinablancas catamarqueños. Hay muchas otras condiciones y conductas que la dirigencia y miltancia deberán cumplir y asumir para poner de pie al partido. Pero si es un buen inicio para la reconstrucción de una estructura no solo dañada, sino también abandonada.
La simple y básica actividad de dialogar y reunirse para definir el armado de las listas fue un provechoso ejercicio. Como desde hace bastante tiempo no sucedía, las sedes partidarias y los usuales lugares de reunión sectorial volvieron a tener vida con las negociaciones y debates para el armado de listas. Nuevos grupos de whatsapp, contactos en redes sociales o actualización de agendas telefónicas fueron otros ámbitos donde se notó la reactivación de la interna partidaria.
Claro que, como cualquier proceso de rehabilitación, la interna dejó clara la fragmentación que padece el radicalismo provincial. La negociación entre sectores y el diálogo de sus referentes y dirigentes fue como una radiografía que mostró no solo la fractura y desprendimientos que sufrieron los sectores mayoritarios como el Movimiento Renovador y la Linea Celeste, sino que además hizo un mapeo de la nueva configuración partidaria.
La debutante línea Radicales en Acción y Vanguardia, creada hace unos años, son escisiones del otrora oligopólico Movimiento Renovador. Como lo son el FAPRA y la Línea Raúl Alfonsín fracciones de la también dominadora Línea Celeste. Son algunos ejemplos de como cambio el mapa de la UCR en relación al que dominó la escena durante las dos décadas de hegemonía provincial y que se mantuvo algunos años más en el ocaso de FCyS. Una reconfiguración que también se traduce a movimientos entre los dirigentes, como Ricardo del Pino y Flavio Fama, hoy aliados a la CPR y compitiendo con su antiguo paraguas celeste.
La CPR, la Línea Morada, el MIRA, el Movimiento Renovador, la Renovación Radical y Popular, la Raúl Alfonsin, la Líne Celeste, el Movimiento Renovador y un numeroso grupo de dirigentes, históricos y nóveles, se involucraron en el proceso dando brío al partido.
En general, todos estos movimientos son una especie de “mezclar y dar de nuevo”, que pueden darle al partido nuevas cartas con las que jugar futuras elecciones. Porque es muy claro que en las próximas internas partidarias, la UCR se juega su futuro político y los dirigentes van a la interna con los ojos puestos en agosto (si hay PASO) y octubre de este año. Sabiendo que los resultados de este proceso interno va a ser determinante en la próxima cita electoral.
Evidentemente, como ya se mencionó párrafos arriba, la reactivación que provocó la renovación de autoridades partidarias es un buen ejercicio para revitalizar el partido, pero no es ni por cerca el remedio que cure sus dolencias. A posteriori, saber procesar y sobrellevar los resultados (sobre todo para los perdedores) y cicatrizar viejas heridas será imprescindible para un restablecimiento de la salud partidaria, si tiene aspiraciones a dar pelea en las Legislativas provinciales y nacionales.
Esto último será particularmente clave, y pondrá a prueba la capacidad de renunciamiento y altruismo de los principales dirigentes, que por muchos años ya insistieron en ser quienes encabecen el proceso. Este año terminan sus mandatos los dos últimos hombres fuertes de la UCR de la provincia: Oscar Castillo en el Senado, y Eduardo Brizuela del Moral en la Cámara de Diputados ven en diciembre el final de sus mandatos como legisladores y su juego será clave para el futuro del radicalismo.
Las apetencias individualistas y el historial marca que, al menos Castillo, intentará imponerse una vez más como candidato. Y aunque Brizuela del Moral, aunque aún no dio señales de cuál será su participación en la próxima elección, el ex mandatario sabe que no buscar la reelección es su retiro virtual de la política. Aun así, ambos dirigentes, implacables y dominantes en la escena política de la provincia durante más de dos décadas, hace años que solo son la sombra de ese poder. Y su obstinación en liderar, chocando sistemáticamente con derrotas electorales, les terminó de consumir lo poco que les quedaba de líderes. Quizás aún tengan capital para asegurarse su reelección. Pero no para encauzar el errante andar de su partido.
Históricamente, las elecciones de medio tiempo fueron generosas con los partidos opositores. La UCR lo sabe porque lo padeció y también le sacó beneficio. Octubre bien podría ser un punto de inflexión para empezar a recuperar su cuota de poder. La interna partidaria ya empezó a movilizar la entumecida estructura. Queda mucho por hacer, pero es un buen comienzo.