El show de la parafernalia

Cualquiera que viera las imágenes sin la información del parte oficial con el que fueron enviadas, pensaría que el fin de semana la Policía de la Provincia dio un duro golpe al crimen organizado. Las fotos retratan la formación de un batallón de “más de 100 efectivos” (información oficial) pertrechados, recibiendo lo que podría ser la última charla operativa antes de salir a cumplir su misión. En el resto de las imágenes se ve al personal policial en plena faena: allanamientos en medio de la madrugada, retenes al tráfico, perros antidroga, autos secuestrados, personas detenidas. De solo ver las postales del “importante dispositivo”, da la idea de que las fuerzas de seguridad iban tras una poderosa banda de narcotraficantes o alguna otra organización criminal.

Pero el texto, lamentablemente para los amantes de las escenas cinematográficas de intervenciones policiales, devela la verdadera misión que motivó el multitudinario despliegue: desbaratar fiestas clandestinas e interceptar noctámbulos que osaban circular a la hora que el coronavirus sale a contagiar gente.

Absurda publicidad de un episodio más del derroche burdo de recursos puestos en perseguir y tutelar a la ciudadanía y castigarlas por desobedientes, como un padre que pone en penitencia a su hijo. A 155 días de iniciada la cuarentena, las autoridades siguen apostando a una estrategia desgastada por su exagerada extensión y desautorizada en un contexto de mil contradicciones.

Brazo operativo de las políticas de aislamiento, las fuerzas de seguridad siguen siendo usadas para una infructuosa persecución que no desalienta a nadie y por momentos roza la ilegalidad. El parte de prensa enviado por la propia Policía resulta grotesco por el entusiasmo y esfuerzo que le ponen en contar como épico lo que en realidad es un despilfarro de recursos.

A cinco meses de iniciada la cuarentena, y a menos de tres días para la habilitación de la “nueva normalidad” en la Etapa Verde (que entra en vigencia esta semana) insistir en la persecución de infractores deja a la vista la falta de flexibilidad e ideas para manejar, no solo la pandemia, sino también el ánimo social en un escenario plagado de contradicciones: bares abiertos, escuelas cerradas; casinos abiertos, reuniones familiares prohibidas; velorios con público restringido a apenas un par de familiares, actos políticos con cientos de personas.

En contraste, mientras un batallón de más de un centenar de agentes de Policía son afectados a un “importante dispositivo de seguridad” para infligir un duro golpe a la mafia de las reuniones familiares y juntadas de amigos en propiedades privadas, el martes por la madrugada casi 400 motos deambularon por la ciudad a sus anchas, sin que nadie los detenga. Violando normas de tránsito, generando peligrosas situaciones en el tránsito, causando molestia a los vecinos e incumpliendo esas mismas restricciones de circulación por las que tanta otra gente fue detenida la “pandilla” de motociclistas fue y vino por donde quiso, porque la policía “se vió desbordada”. Seals para allanar asados y juntadas, boy scout para contener un desmadre en la vía pública. 

Así de desproporcionado y absurdo fue también el despliegue de efectivos durante la procesión de la Virgen este martes. Con la disposición de evitar que la gente se agolpara en los alrededores de la Catedral, se ordenó vallar y restringir el acceso al centro de la ciudad, colocando grupos de entre 15 y 20 policías por esquina. No solo surge preguntarse si no era más sensato suspender la ceremonia y así evitar la convocatoria no deseada de fieles, sino que también cabe el interrogante sobre si era necesario afectar cientos de efectivos para ese absurdo operativo. Después de todo, la gente en vez de agolparse frente a la catedral, se congregó contra los vallados que cortaban las esquinas, sin que nadie diga nada. Tal vez de ese lado, el coronavirus no era contagioso. 

Restricciones estériles y un agotador esfuerzo por hacerlas cumplir, cinco meses después, todavía se combinan para dar lugar a esas puestas en escena más útiles para la foto que para prevenir un contagio.

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