Un show muy cruel que debe terminar

No tiene precedentes en Catamarca un caso como el de Javier Galán, una suerte de showman de internet que se viste con un traje de “solidario” y construye su popularidad en base a exponer sufrimientos y miserias de personas muy vulnerables. No es simpático, no es divertido, no es altruista. Es cruel.

Se graba con personas postradas, hace vivos con personas que están bajo los efectos de drogas, muestra familias hacinadas en la mugre, revuelve los casos más dolorosos y los filma con cara de indignado, en un camino fácil para mostrar lo que no hacen los demás. Fácil, porque lo mismo puede hacerse en Nueva York, en Buenos Aires o en cualquier ciudad europea. Siempre habrá alguien con necesidades, gente que la está pasando mal. Y a él le sirven porque los usa para mostrarse como el bueno que los quiere ayudar.

Galán hizo de esa práctica la base de su campaña. Y se dio cuenta de algo: le fue muy bien. Se benefició, porque ganó popularidad y muchos votos, tantos votos que hoy es diputado.

Siempre le gustó a Galán la exposición, siempre le gustó llamar la atención. Como que hizo una saga publicitaria basada en mostrarlo como supuesta víctima de un secuestro, con personas de talla baja participando para lo que posiblemente se haya decidido como un toque tragicómico, una burla humillante que por alguna razón le pareció graciosa. Allá él, si era útil para promocionar su negocio. Allá él, si le fue útil para conseguir votos y tener una banca.

Pero el show debe terminar.

Galán se presentó a su juramento como diputado sin pensar mucho en el significado institucional del acto. Lo preparó como un prime time para mostrarse distinto y ser el foco de atención.

Fue de remerita, para distinguirse de los demás, que van vestidos acorde a la situación. Fue con una persona en silla de ruedas, fue con el Topo, para que alguien se ría de él, para humillarlo un poco porque es gracioso. El Topo recibió el diploma, en otro gesto de los que sorprenden cada vez menos, y generan más rechazos que adhesiones.

En su confusión, Galán debe pensar que le está yendo fenómeno. Un par de amigos del campeón ya le dicen que puede ser gobernador, y entonces aprieta el acelerador a fondo.

Entonces se lo come el personaje, y de proveedor del Estado pasa a criticar al Estado y sus desigualdades, como un Milei law cost donde intenta farandulizar su personaje de popular que viene a cambiar las cosas.

Javier Galán, de manera premeditada o sin darse cuenta, está usando a la gente. Lo que es más grave, los usa y no les soluciona nada. Y lo que es peor, parece convencido de que ese es el camino que tiene que seguir, porque así le fue bien en octubre.

Lo que tiene que entender es que no es un youtuber ni un tiktoker.  Ni mucho menos gobernador ni intendente. No tiene que salir camarita en mano a pedir que le rindan cuentas en organismos públicos, ni dedicarse a rastrear miserias para promocionarse como el ciudadano comprometido.

Es un legislador, y tiene que legislar, si es que puede, si es que sabe, si es que quiere. Que presente proyectos que sirvan para mejorarle la vida a la gente de verdad, no comprándole una Coca Cola o sacando pasto del fondo de una casa.

Proyectos que cambien todo eso que tanto se empeña en decir que está mal y funciona mal. Lo eligieron para eso, no para hacer vivos y sumar seguidores en redes sociales.

Tiene que tomarse las cosas con más seriedad, y antes de pretender ordenar la provincia, ordenar por ejemplo el sector político que eligió cuando quedó afuera del equipo libertario; un sector que en tiempo record juntó más inmundicias que todos los partidos políticos tradicionales, con denuncias de sobornos, extorsiones, pedofilia, pornografía, amenazas, etc. Sería interesante que hiciera un vivo para aclarar eso, ya que no son acusaciones de opositores, sino presentaciones judiciales que hicieron entre ellos y contra ellos sus propios compañeros de lista.