Dicen que los cambios en el Gobierno podrían traer sorpresas. Que detrás de los movimientos obligados podrían venir otros, fuera de todo pronóstico. Cambios que, de concretarse, impactarían por lo inesperado y dejarían pistas sobre la hoja de ruta que planifica la administración Jalil.
Los cambios “per se” ya no sorprenden. Si hay algo que se volvió frecuente en este gobierno son las modificaciones, no solo en la plantilla de funcionarios, sino también en la estructura de su organigrama. Idas y vueltas, con desdoblamientos en nombre de la eficiencia, unificaciones predicando austeridad, creación de nuevos organismos con títulos indescifrables y pretensiones de modernos que después vuelven a sus denominaciones clásicas.
Una especie de aplicación a ultranza de la idea filosófica de que “lo único constante es el cambio”. Tan a pecho se lo toman en el Gobierno que ya se van de mambo haciendo y deshaciendo. Pero ese es otro tema, que se puede analizar, pero no es el central de este escrito, enfocado a los posibles cambios que sí traerán sorpresa (en el caso de concretarse).
En los papeles ya están contemplados los cambios obligados como consecuencia de las elecciones legislativas. Hay un puñado de funcionarios que fueron electos legisladores y que en breve dejarán sus cargos. Los casos más notorios son los de los ministros Monguillot y Andrada. Y se sabe que detrás de esos cambios en la cúpula, se desata un efecto dominó hacia abajo. Hasta ahí, no hay muchas novedades.
También se hicieron infinidad de lecturas de la designación de Natella en la cartera política y las elucubraciones sobre una transición gradual hacia el saadismo pensando en el 2027. Hipótesis no reconocida oficialmente pero si robustecida desde los hechos.
En este contexto de lo ya sabido, desde el Gobierno informalmente aseguraron que no habría más cambios que los necesarios para reemplazar a los salientes y la renovación normal de sus colaboradores. Sin embargo, en los últimos días, se comenta en los pasillos, que la cosa podría ir más allá, con algunas novedades.
Por un lado, hay quienes aseguran que el Gobierno encararía una nueva restructuración de su organización ministerial, parecida a las que ya hizo en varias oportunidades, con los movimientos de marzo pasado como antecedente directo. Cambios que volverían a fraccionar ministerios y jerarquizar áreas antes degradadas en rango. Y no hablamos de Seguridad, que ya está en la columna de los “confirmados”.
Aparentemente, siempre según rumores, la cuestión de la tecnología, la innovación y demás yerbas disruptivas podrían ser materia de un nuevo organismo que, además ya tendría candidatos pechando para conducirlo y ponerse al frente de los temas con más hype en el gobierno de Jalil.
También comentan por ahí, y esto es muy interesante, que algunos de estos cambios requieren una instancia de revisión más arriba del Gobernador, que tendría la decisión de autorizarlos o no, pero no la palabra final sobre sus formas. Por lo que, aspirantes con sus proyectos en carpetas bien bonitas ya desfilan por CABA buscando en Nación el tilde de aprobado para avanzar en su implementación. Porque, de otra forma, no habría recursos.
Y esta sí que sería una novedad. O quizás una confirmación, de que de ahora en adelante, los parámetros y preceptos del gobierno central se acatarán en la Provincia como un manual de procedimientos para alinearse no solo en lo nacional sino también en lo doméstico. Lo que, inclusive, podría implicar un nuevo intento del Gobernador por retacear el Estado, buscando recortes, principalmente, en sus empleados.
Finalmente, también dicen que hay sectores agazapados esperando que se liberen espacios. Porque más allá de los acuerdos que pueda haber para la mencionada transición, las apetencias de más espacios están en el ADN de varios dirigentes de alto rango. Y no se conforman con mirar la repartija desde lejos.
“A rio revuelto ganancia de pescador” reza el refrán y hay varios que ya están con la red lista para tirar y atrapar todos los cargos que puedan. Porque las necesidades de la familia y amigos no se pueden desatender por cuestiones menores como una reorganización política y acuerdos proyectando el futuro del Gobierno. “Primero lo primero”, dicen en el entorno de un dirigente, con las posaderas listas para ocupar sillones.





