La fortaleza es debilidad

Durante la euforia de los festejos de ayer por la noche en Av. Güemes, en varios pasajes de las declamaciones partidarias se destacó la singularidad de la victoria del peronismo catamarqueño en el contexto nacional, donde el morado pintó gran parte del mapa político del país.

 

“Siempre se puede ganar y seguir demostrando que las políticas del peronismo están vivas”, arengó el gobernador Jalil a la tropa. Su discurso se alineó al del intendente Saadi, que minutos antes había destacado que la “querida Capital de San Fernando debe ser, si no es la única, una de las dos capital que ha ganado el peronismo”.

 

Fuerza Patria redondeó otra holgada victoria electoral, que plantó resistencia a la avanzada libertaria. El oficialismo celebra, pero sin desconocer el escenario cada vez más hostil que lo circunda.

 

Cerrando el encuadre al contexto provincial, el peronismo y sus aliados redondearon una muy buena elección, sea que se la mida en cargos totales conseguidos, en espacios retenidos y ganados, en conteos globales de votos o ventajas porcentuales. Una cita que históricamente suele ser equiva o reñida para los oficialismo resultó un trámite sin sobresaltos. Y el festejo fue proporcional a las buenas noticias que llegaron de las urnas.

 

Pero si se abre el panorama, y en el análisis se incorpora el escenario nacional, la interpretación puede girar bruscamente a un diagnóstico mucho más preocupante y lleno de interrogantes. Porque ser un bastión de la resistencia peronista y una de las pocas provincias donde se mantiene a raya al mileismo, tiene otra cara. El gobierno provincial está cada vez más solo y rodeado. La misma virtud que se festeja está al filo de ser una debilidad.

 

Hasta hace unos meses, la buena salud del peronismo local y su robustez electoral, le permitió al Gobernador ocupar un lugar destacado en el bloque de provincias que le plantó cara a la administración de Milei, sobre todo en las discusiones presupuestarias y de recursos. Y así fue considerado por la administración nacional, que en muchas oportunidades lo tomó como uno de los interlocutores para las negociaciones con los gobernadores.

 

Aunque de naturaleza dialoguista, Jalil administró hábilmente su posición sólida en la provincia y sus alfiles en el Congreso para apretar cuando consideró necesario. Esto, claro está, en un contexto de suma de fuerzas que potenciaban su capital. Pero no es lo mismo ser el hombre fuerte de un bloque, que ser el último que resiste. Y, con el resultado de las legislativas, la situación del mandatario provincial comienza a virar hacia un aislamiento preocupante.

 

Con su crecimiento en el Congreso, LLA comienza a desarrollar un músculo legislativo con el que respaldar el ejercicio del Poder, necesitando cada vez menos de alianzas o diálogo. Lo que claramente debilita la posición de los gobernadores desactivando su estratégias y argumentos para negociar. Lo que, en el mediano plazo, de diciembre y por los próximos dos años, puede ser un enorme dolor de cabeza para provincias como Catamarca.

 

Qué decir del capital simbólico ganando por el mileismo que, cuando todos apostaban a que la crisis económica o los escándalos políticos iban a minar su caudal electoral, salió de la cita respaldado por las urnas, aún en territorios impensados, como la Provincia de Buenos Aires. Anabolizado por los votos y con proyecciones ciertas de crecimiento, en un contexto nacional cada vez más favorable.

 

Idéntico impacto tiene este contexto en la posición que dirigentes como Jalil o Corpacci pudieran, o quisieran ocupar, dentro del peronismo nacional. Un espacio devastado por el fin del kirchnerismo, la memoria viva del desastroso gobierno de Alberto Fernández y la nula evolución dirigencial y programática, no parece ser lugar fértil en el que construir aspiraciones políticas con proyección nacional.

 

En Catamarca ganó Fuerza Patria con comodidad. Una victoria siempre se festeja y el Gobierno lo hizo. Pero su posición no es cómoda. Su resistencia comienza a parecerse a la soledad. Desde diciembre, hay un escenario complejo y desafiante. El Gobierno deberá revisar su estrategía. Porque estar solo, es sinónimo de debilidad.

El catucho