Mera le saca el jugo al cargo que le regalaron

Dalmacio Mera, el opositor más mimado por el peronismo catamarqueño, ya es un fenómeno a estudiar. El hombre que hace política sin votos, la juega de rebelde y le va cada vez mejor. Quería ser gobernador allá por 2011, pero quedó relegado y desde entonces anda enojado con todos, pero siempre se acomoda.

Así, se ocupó de hacerle oposición desde adentro a Lucía Corpacci, aclarando que “yo no tengo jefes políticos”. De la mano del kirchnerismo, lo llevaron al Senado de la Nación y votó contra Cristina sin importarle nada.

Después armó su espacio propio con el radical Flavio Fama, después se largó a acompañar a su primo Juan Urtubey por fuera del peronismo, y con esos méritos consiguió un ministerio inventado en la gestión de Raúl Jalil, quedando al frente de “Inclusión Digital y Sistemas Productivos de Catamarca”, de donde se fue sin saber para qué era el área.

Tras ese fracaso lo ascendieron a ministro de Educación, donde hizo un desastre y se fue.

Pero claro, había que lidiar con los docentes, escuelas, programas. Entonces le buscaron un puesto más tranquilo: “Defensor del Pueblo”.

La Ley provincial Nº 5.337 establecía un proceso específico y riguroso para la designación del Defensor del Pueblo. Debía convocarse una inscripción pública de postulantes, con evaluación de una Comisión Bicameral Permanente y la aprobación por dos tercios de ambas Cámaras legislativas. No hizo falta, le dieron el cargo a Mera ilegalmente, con un decreto trucho y a llorarle a Magoya.

Ya instalado en su nuevo sillón, don Dalmacio no se anda con chiquitas y ahora reclama 344 millones extras para poder moverse. Una ganga. Es que el hombre necesita movilidad, alquiler, insumos, infraestructura, conectividad y difusión.

¿Acá también largará una radio? Vaya a saber, seguro compra alguna camioneta, que siempre le apasionan y ya en Educación gambeteó al ajuste para dotarse con un par de vehículos de alta gama.

Seguramente lo saludaron el 11 de septiembre, porque sin hacer nada Mera vive de la política como un rey… ¡felicidades, maestro!

El catucho