Obstinación terapéutica

La industria textil está en un complejo estado de salud. Su deterioro se debe al avance de condiciones sistémicas dañinas para el sector que, mientras duran, históricamente provocaron crisis terminales. Por lo que, a la luz de la casuística, aplicar medidas paliativas parece inútil. Aun así, el Gobierno provincial sigue anunciando programas de emergencia y sostenimiento de la actividad, a fuerza de inyectar recursos a las empresas. Esfuerzos que vale preguntarse si realmente dan esperanza de una reversión del cuadro o solo estiran la agonía.

 

En la medicina se usa la expresión “obstinación terapéutica” en referencia a la prolongación artificial de la vida de un paciente con la aplicación de tratamientos desproporcionados o inútiles, que no mejoran la salud y solo evitan la muerte. La práctica también se la nombra como “encarnizamiento” y se la cuestiona éticamente en base a la nula esperanza de mejoras y una terquedad contraproducente. Una ilustración bastante elocuente.

 

Días atrás, el Gobierno anunció la creación del Programa de Emergencia Textil, textualmente definido como “una herramienta destinada a brindar apoyo económico directo a las empresas textiles radicadas en Catamarca, con el objetivo de contribuir al sostenimiento del empleo formal local en el contexto de la actual situación económica nacional y apertura de importaciones”. ¿Cómo?

 

Claramente, transfiriendo recursos públicos al sector privado… “200.000 pesos por trabajador debidamente registrado, durante un período de seis meses, desde julio hasta diciembre de 2025”. ¿Y luego? “Este beneficio podrá ser prorrogado por igual período, sujeto a disponibilidad presupuestaria y a los informes técnicos correspondientes”. ¿Y luego?

 

Porque lo que no se dice es que las condiciones macroeconómicas que llevan a la industria textil a este estado de terapia intensiva son procesos largos y muy dañinos, que perduran mientras dure el modelo político económico que las provoca y difícilmente puedan revertirse en uno o dos semestres. Diagnóstico que deja bajísimas posibilidades de recuperación y vuelve fútil cualquier medida paliativa.

 

No se puede dejar fuera del análisis el hecho de que una gran porción de las empresas textiles radicadas actualmente en Catamarca, y a las que ahora hay que darle soporte financiero, llegaron atraídas por condiciones casi artificiales generadas por la Provincia: exenciones impositivas, aportes no reembolsables, cesión de espacios e infraestructura, gestión de créditos, formación de mano de obra, reducciones de aportes, subsidios por cada nueva contratación, subsidios al flete, entre otras muchas ventajas irrechazables. Se radicaron en una cuasi burbuja y ahora el Gobierno hace malabares para que no explote.

 

En su momento, la idea se presentó como un innovador modelo de transferencia paulatina de fondos de asistencia social hacia el sector productivo. La propuesta era canalizar la ayuda económica de planes, becas y subsidios a las personas a través de empresas privadas que crearan puesto de trabajo. Es decir, poner los recursos de la acción social directa a impulsar el empleo privado. Y hay que reconocer que en algún sentido funcionó. Pero también es claro, y desde el principio se podía prever, que la herramienta terminó siendo un arma de doble filo.

 

Todo ese nuevo empleo, formal, privado y registrado del que la Provincia presumió como el éxito del “modelo” se creó en condiciones inorgánicas y forzada, atrayendo empresas sin espalda para soportar crisis que ahora crean un complejo escenario. La clásica situación resumida en el concepto “too big to fail”, donde las consecuencias sociales y económicas de un posible cierre de las fábricas es más grave para la Provincia que para las empresas. Y los empresarios lo saben y aprietan.

 

Basta hacer una rápida investigación por los archivos periodísticos y oficiales para ver todas las acciones y políticas desplegadas por el Gobierno para responder a la demanda de las empresas, que exigen ayuda conscientes de la posición favorable que ocupan en su negociación.

 

Solo, con sus propias decisiones el Gobierno se metió en ese brete, una encrucijada o tal vez un callejón sin salida. La macroeconomía marca un futuro sombrío que va a seguir sacudiendo al sector. Sin la ayuda oficial, más temprano que tarde comenzarán los despidos, suspensiones y tal vez cierres. Pero con la terapia de los recursos provinciales, apenas se logra un paliativo que nada va a solucionar, ni en 6, ni en 12 meses, ni en más tiempo. Un pronóstico que parece indicar que sostener los “medios de soporte vital” a la industria textil solo es una obstinación terapéutica que posterga para más adelante la crisis final.
El catucho