El caso de Juan Pablo Morales terminó en su etapa de instrucción y es el momento de elevarlo a juicio. Un caso extraño por partida doble, porque involucra a un funcionario de altísimo rango que cayó en desgracia, y al mismo tiempo estuvo envuelto en otro caso de supuestas coimas.
Pero éste es más grave, mucho más grave, porque se lo señala nada menos que como integrante de una banda narco. Una cosa de locos, porque Morales era la máxima autoridad de Seguridad en Catamarca en el gobierno de Lucía Corpacci, y después fue juez.
Su caso abona la teoría del “narcoestado” que tantas veces denunció la oposición, y mete a todo el oficialismo en un callejón sin salida, que les deja como única opción el silencio.
Si Morales es inocente ¿por qué nadie lo defiende? Si es culpable, ¿por qué nadie se hace cargo? ¡Era el jefe de Seguridad en Catamarca!
Para colmo no es un caso aislado, también policías de alto rango están sospechados (hay causas abiertas) de estar metidos en el tráfico de drogas.
Y esto viene de años, años en los que nadie dice nada. Y no pueden decir nada, porque o son cómplices o son ineptos a los que el delito les pasaba delante de las narices y no se enteraban. O de alguna manera se beneficiaban, vaya a saber, todo es posible.
Claro que todo el mundo es inocente hasta que se demuestre lo contrario, así que también queda esa posibilidad: que Morales no tenga nada que ver y lo hayan agarrado de punto, exagerando y armando una novela a partir de los vínculos que tenía con algunos personajes por su trabajo de abogado.
Pero si esa última hipótesis existe, ¿por qué no hubo nadie del gobierno que lo respaldara? ¿Por qué dudan? ¿Por qué no dudan? ¿Por qué no están limpios?
Como sea, Morales no debe sentirse muy feliz de que las personas con las que trabajó, compartió reuniones de gabinete, actos públicos y fotos, ahora lo hayan abandonado.
Por suerte para el gobierno, seguramente el juicio, si se hace, ya quedará para después de las elecciones.
Aunque Morales hable, a nadie le importará si ya tienen la vaca atada por cuatro años más.
El catucho