¿100 millones más a la basura?

estadio bicentenario

Argentina es el país con más estadios de fútbol del mundo… cada club que se fundaba, lo primero que hacía era pedir un terrenito para construir el estadio. El primero de cemento fue el de Independiente, que lo inauguró en la década del 20, y lo reinauguró hace poco, con más capacidad.

En la década del 20 del siglo pasado se multiplicaron las canchas de cemento, y en las siguientes décadas casi todos los clubes tenían tremendos estadios.

River abrió el Monumental a fines de los 30, luego remodelado para el Mundial 78. Boca tuvo su Bombonera en los 40, década en que también se estrenaron los estadios de Colón, Huracán, Argentinos, Chacarita. En los 50 se sumaron Racing, Vélez y otras decenas de estadios más chicos.

En el 78, se levantaron los de Mendoza, Mar del Plata y Córdoba… y la fiebre de los estadios nunca terminó. El último, terminado este mismo año, es el de Santiago del Estero.

¿Qué tienen en común todos esos estadios y canchas (más de 70 en Buenos Aires)? Que algunos fueron remodelados, otros no… pero todos siguen en pie.

No sólo en Argentina… el imponente Estadio Centenario de Montevideo, hecho para el Mundial de 1930, sigue en pie, tan espectacular como siempre. Al igual que el Maracaná en Brasil (construido para el Mundial de 1950), y tantos otros.

Son construcciones de 90, 80, 70 años y más. Construcciones hechas para siempre. Los estadios no se caen. Cuando alguno se derrumba, como el mítico de Wembley, es porque lo reemplazan por otro proyecto más nuevo.

Uno de los estadios más nuevos del mundo es el Bicentenario de Catamarca. Una vergüenza provincial, un tragadero de plata del que ya escribimos mucho y todos conocemos la historia. Se inauguró en 2010… y al poquito tiempo se dejó de usar porque se empezó a romper todo.

Ahí se tiraron millones y millones a la basura. Se iniciaron causas judiciales, estudios técnicos, idas y vueltas que no cambiaron el destino: el estadio no sirve, fue mal construido, se cae a pedazos.

Lo lindo de todo esto es que ahora lo van a reconstruir, y eso se va a llevar unos 100 millones más.

Lo más lindo es que uno de los representantes de la empresa que lo construyó mal, Capdevilla, ahora es ministro de Infraestructura y Obras Civiles. Un funcionario que anunció contento que el Estado va a colaborar derrumbando lo que no tenga arreglo, sí, en un estadio que no cumplió ni una década.

Y lo más, más lindo es que el resto de la obra lo va a hacer una empresa privada. ¿Otra vez los Capdevilla?

Ah, para hacerlo rápido, porque de pronto les vino el apuro, la contratación va a ser directa, largando con unos 15 milloncitos del bolsillo de todos para ese espanto de obra que se come recursos de la provincia para mantener su record de utilidad cero.

Niederle explica que tiene clarísimo como hacer las cosas fantásticamente bien, para que no se repitan los problemas de la construcción, donde él también estaba pero parece que ahora es sabio en construcciones.

Una historia insólita que nunca termina. Un desperdicio de fortuna en un lugar del mundo donde el gobierno tiene que repartir abrigos y frazadas, bolsones con comida, pero hay plata para ese estadio que nadie usa.

Una locura total, para todos menos para Niederle, ligado al proyecto desde el inicio, que ya chocó la calesita y ahora sacó la sortija otra vez. La sortija más cara del mundo.

Para algunos, hacer las cosas es un hermoso negocio.

La Visión del Catucho

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