“Que veinte años no es nada”, cantaba Carlitos… canta en realidad, porque no sólo sigue cantando sino que, como todos sabemos cada día canta mejor.
Veinte años no es nada, dijo el Morocho del Abasto, pero acá la historia ya lleva como treinta años y vuelve a reflotar, porque las cuentas no son nada claras y cada tanto la justicia revuelve la olla.
Entonces volvemos a ver los titulares de la Obra del Siglo y el mismo tema del Zorzal Criollo recuerda aquello de “tengo miedo del encuentro, con el pasado que vuelve”.
El chimichurri es conocido por todos, la empresa Noruzi (el “zi” es de Silvestre Zitelli, el amo de El Ancasti), por entonces amigote del sadismo, que tuvo al mismo Zitelli como ministro de Economía (¡qué país generoso! Diría Jorge Rial).
Bueno, gracias a las buenas migas con el poder en esa etapa en que eran culo y calzón, aunque después don Silvio consideró “nefasta”, la amistad le sirvió en bandeja una gran obra de cloacas a la empresa Noruzi.
Era una obra supercarísima, por algo llamada la “Obra del Siglo”, a un costo de 30 millones de la época, que hoy serían algo así como cinco estadios.
Bueno, lo que pasó es don Zitelli, el policía moral de Catamarca, que cobra del Estado hace décadas sin parar, se enoja tanto cuando se reparte para otro lado que sufre una metamorfosis tan atroz que condena el amiguismo, la cartelización y la corrupción.
Y todos lloramos y nos emocionamos con este paladín de la honestidad, este servidor público que nos enseña a vivir así como Doña Petrona nos enseñaba a hacer tortas.
Claro que hay detalles tristes en la historia. Por ejemplo, que la Obra del Siglo se pagó (la pagamos), alguien se hizo rico, la obra no se hizo nunca y la empresa Noruzi desapareció, o fue a la quiebra o fundió, como funden todas las empresas amigas del Estado a la hora de devolver lo que se llevaron sin que les corresponda.
Bueno, el tema es que nunca pasó nada. Cada tanto alguien se queja o se lo recuerda, pero ahí están todos tan rechonchos y contentos. Se acumularon las décadas y olvídate de la Obra del Siglo y del pago.
La causa judicial va para adelante y para atrás como bailando un reaggeton furioso, pero los años pasan y no avanza nunca.
A lo sumo de cuando en cuando se recuerda algún expediente entre denuncias, y ahora el héroe Zitelli se largó a firmar una nota que parece que le escribió uno de sus empleados, y lo que dice básicamente es que, al igual que Bart Simpson, él es el “niño yo no fui”.
Zitelli dice ¡treinta años después! que no cobró por la obra más que un poquito de adelanto.
Que ese poquito lo gastó en materiales y en el comienzo de la obra (de la que se habrían hecho algo así como tres centímetros).
Pero para desparramar su inocencia ostentosamente, aclara después que por más que la empresa se llamara NoruZI con Zi de Zitelli, cuando pasaron esas cosas feas él ya no estaba.
También dice que toda la historia se armó por una “revancha política” del Frente Cívico, debido a las ásperas posturas de su diario independiente, como cuando titulaba que Brizuela del Moral le sacaba 17 puntos de ventaja a Corpacci en 2011… porque así era él de tremendo opositor.
Y para regalarnos en el final una lluvia de corazones, nos explica sabiamente que cuando el fiscal Carlos Bertorello dictaminó que no se le reclame más nada por esa obra, en realidad le estaba haciendo un terrible favor a la Provincia, que iba a perder mucha plata si le seguían reclamando.
“Perdón Bilardo”, decía una gran bandera desplegada en México después de que el equipo del Narigón ganó el Mundial.
¿Qué esperamos? Saquemos ya una gran bandera que diga “Perdón Zitelli”.
Pobre hombre, es más inocente que un recién nacido. Es más, según estudios recientes sería alérgico a la plata que viene del Estado.
Claro que no todos piensan igual, porque así es este país, en todo surge la maldita grieta.
Lo que otros dicen es que Zitelli hizo un hermoso arreglo con el fiscal Bertorello, para mandar la causa archivo y que cada uno disfrute la que tiene en el bolsillo sin preguntas molestas.
Ahora que lo resuelto por Bertorello parece que se cae a pedazos, todo vuelve a la luz, y las dudas son las mismas que al comienzo. Porque la obra se pagó y no se hizo, y alguien se quedó la platita.
¿Hará algo la justicia ahora? ¿Responderán Zitelli y Bertorello? ¿Se devolverá la plata alguna vez?
¿O nos seguirá diciendo: “Andá a cantarle a Gardel”?