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Pandemia: ya no hay felicitaciones

La Catamarca protegida que se mantenía ajena al coronavirus mientras todo el país se agarraba la cabeza, quedó allá lejos en el recuerdo.

Los cero casos que llevaban a los funcionarios locales a hacer declaraciones en medios nacionales, ansiosos por conocer la receta mágica, la invocación a protecciones sobrenaturales y los repartos de aplausos indiscriminados quedaron muy atrás.

Hoy Catamarca, por ejemplo, tiene el doble de casos que Misiones, y el triple que Formosa. Lleva semanas y semanas sumando casos, y quiebra sus propios records de contagios.

Parece que no la tenían tan clara como decían, era simplemente que el virus demoró un poco más en aparecer, porque en cuestión de días todo se descontroló. Y va camino a empeorar.

Se cambiaron las fases por un “semáforo”, y se desligó todo control en la conducta de la población: así nos va. Mientras tanto, no hay ninguna lógica en la habilitación de comercios y sitios con concurrencia masiva de público.

Las sillas en las calles para la atención bancaria duraron muy poco: apenas se pagan los sueldos se reúnen multitudes para reclamar que no les descuenten los préstamos.

Lo que ocurrió en la cárcel es un desastre: muchísimos contagios entre internos y guardias. En un lugar cerrado, supuestamente hipercontrolado por el Estado, donde oportunamente renunció el jefe por “razones particulares”. Si no se pudo frenar el virus ahí, menos donde la gente circula libremente.

El Poder Judicial, otro desastre, otro rosario de incoherencias: hay oficinas que cierran por un caso sospechoso, otras que siguen abiertas con casos positivos.

A algunos los mandan a guardarse dos semanas después del hisopado aunque den negativo, otros dan negativo y salen a la media hora.

Es difícil la situación, sí. La padece todo el mundo. La gente no ayuda mucho, es verdad. Pero también se desnudó que no había aquí ninguna política fantástica que nos ubicaba por encima del resto.

La verdad sea dicha: se regalaron muchas felicitaciones antes de tiempo. Y ahora que empezó el baile no se sabe para dónde disparar.

A lavarse las manos, a guardar distancia, a usar barbijo. Y a dejar de creer que somos inmunes, porque cientos y cientos de casos demuestran que estamos tan complicados como el resto.

La época de las prematuras felicitaciones ya no es más que una anécdota.

El Catucho.

1 COMENTARIO

  1. Estimados completamente de acuerdo,se relajo el estado y los ciudadanos también,a cuidarnos con mayor rigurosidad,a cumplir con los protocolos ,

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