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La patria contratista goza de buena salud

La obra pública convertida en un negocio fabuloso de algunos integrantes del sector privado, es un negocio que se mantiene en la Provincia, a través de un selecto y diminuto grupo de empresas que facturan y facturan millonadas sin importar quien gobierne.

Pasan en Catamarca los gobiernos y las décadas, y la patria contratista goza de excelente salud.

No importa la obra que se haga, cuando hay un presupuesto suculento, allí estarán para cobrar los mismos de siempre, firmas que entre media docena de apellidos se reparten toda la torta. Una y otra vez.

Son empresas bien acomodadas, siempre acomodadas, que en muchos casos surgieron y crecieron a fuerza de artimañas y trampas, legales y no tanto.

No sólo le chupan la teta al Estado sin saciarse jamás, sino que en varios casos, cada vez que pueden, estafan al Estado, lo burlan, lo usan y hacen lo que quieren. Piden préstamos y se los dan. Si no pueden pagarlos piden otro préstamo.

Toman obras y después de cobrar no las ejecutan o las ejecutan mal, y llegado el caso liquidan todo, deciden un vaciamiento y desaparecen dejando el paga Dios. Después se cambian de nombre y vuelven. Quiebran y renacen cuando les conviene. No empatan ni pierden, ganan siempre, y se la llevan en carretilla.

¿Los tiene? No cuesta mucho, son cinco o seis apellidos. Los de siempre. Los multimillonarios que exprimen al Estado y eso sí, cuando pueden lloran miseria, o mejor, son los policías morales que denuncian cartelización.

Cobradores compulsivos, facturadores multirubro, que manotean obras, pautas publicitarias y le ponen condiciones al gobierno que sea.

Atentos a los tejes y manejes, atajan la pelota antes de que nadie patee. Tienen cerrados los paquetes antes de que se sepa quién va a financiar los pagos. Después pueden meter la mano en el bolsillo municipios, provincia, nación… da lo mismo. Los que embolsan son siempre ellos.

Uno agarra una obra de 30 millones (en esa época, actualizado vaya a saber cuánto es), la cobra y no hace nada. Andá a reclamarle que devuelva la plata. Te tira el expediente a un pantano y no lo encontrás más. Son más intocables que los políticos, porque encima los hacen socios o los amenazan para compartir la impunidad. Sí, porque cobran demás y de paso te aprietan para seguir cobrando y dicta clases de ética pública.

Otro agarra una obra de 100 millones que termina en desastre y después el propio Estado tiene que gastar el doble en arreglarla.

Una joda total, donde los señores poderosos son siempre invitados a la mesa para servirse entrada, plato principal y postre. Los que invitan son los poderes de turno. Los que pagan, nosotros, con nuestra plata.

¿Alguien devolverá alguna vez lo que se quedó sin que le corresponda? ¿Alguien quedará alguna vez excluido de nuevas obras y facturaciones por los fraudes que hizo antes?

No parece. Siempre tienen un plato en la mesa, y se sirven escandalosamente, sin moderación.

Son los reyes del mal llamado “sector privado”, pseudo alta sociedad empresarial que nació a la sombra del Estado, y no largó esa teta jamás.

El Catucho

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