La vacuna contra el coronavirus desnudó en Catamarca los privilegios eternos del poder, como una metáfora de la vida misma.
Hoy o mañana vamos a pasar la barrera de los 8.000 infectados en la provincia. Hay más de 50 muertes. El problema es serio, un problema de salud pública, con vidas en riesgo, con una pandemia mundial en curso y amenazando.
Hay miles y miles de personas en peligro: adultos mayores, trabajadores de la Salud, personas con enfermedades crónicas. Hay pocas camas, pocos respiradores, las vacunas llegan a cuentagotas.
Ese es el dramático cuadro de situación. Se diseñó un plan de prioridades para aplicar la dosis que puede salvar vidas: trabajadores esenciales, adultos mayores y después el resto.
¿Qué hicieron los funcionarios? Se vacunaron ellos. Vacunaron a sus amigos, a sus familiares, a sus acomodados. Gente joven y sana. Gente que no asiste a nadie, que no está en contacto con enfermos, gente que “trabaja” haciendo charlas de zoom y subiendo estupideces a las redes sociales. Gente que no paga el teléfono ni la nafta porque se lo pagamos nosotros. Gente que se sienta en una oficina con aire acondicionado y tiene secretarios y mozos a disposición, y un chofer esperando para cuando quiera volver a su casa. Gente que nunca tocó una tarjeta SUBE y que no sabe lo que es llegar cortado a fin de mes. La realeza del Siglo XXI.
Ellos se vacunaron. Médicos y enfermeros, policías y docentes, abuelos y pacientes de riesgo, que esperen…
Ahora andan todos con la cola entre las patas, quedaron más expuestos los que se sacaron fotos y presumieron de vacunarse. Y los demás se esconden bajo la cama, pero son decenas. Es un escándalo.
Y lo peor es que si no hubiera estallado el escándalo de Verbitsky ni se hubieran mosqueado. Para ellos es natural, porque así se vive en Catamarca: ricos y famosos primero. La gente que vote y después que no joda, que se arregle.
Ahora tampoco les preocupa la gente. Les preocupa que su nombre salga publicado en alguna lista de vacunados VIP, nada más. Si zafan está todo bien.
Nada cambió ni cambiará: importan ellos y nada más.
