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El genetista

Que el Gobierno se convirtió en una máquina de inventar funcionarios, no es ninguna novedad. Hace un tiempo que el gabinete está copado por paracaidistas que nadie sabe bien con qué criterios fueron elegidos. Los ejemplos son muchos y van desde ministros hasta funcionarios de segundo y tercer nivel. Pero una cosa es que el oportunismo y la desesperación por un cargo los haga cometer la irresponsabilidad de aceptar una función para la que no están preparados, y otra muy distinta es que, encima, pretendan aparentar ser especialistas en la materia.

Con el contador público Cesar Tobias a la cabeza, el Ministerio de Agricultura y Ganadería de la provincia avanza en la implementación de un “Plan de Mejoramiento Genético de Ganado Bovino”. Un “ambicioso plan”, según el parte de prensa oficial, “que pretende lograr calidad genética en los animales de productores locales para una mejor comercialización”.

Es sabido que muchos ministerios y organismos públicos funcionan gracias a la experiencia y profesionalismo de sus empleados de planta, quienes realizan el trabajo que los invento de funcionarios no hacen, porque no saben. En esas situaciones, palpable confirmación del dicho “el que sabe, sabe, y el que no, es jefe”, la función de muchos ministros se resume en ponerº la firma y sacarse fotos. Es injusto e indignante, pero son las reglas de este juego de política y apariencias: los empleados hacen el trabajo mientras los funcionarios figuran y cobran sus cinco cifras. 

Algunos son lo suficientemente irresponsables como para asumir funciones de las que no tienen ni la más pálida, pero les queda un vestigio de amor propio y, mientras simulan que gestionan el organismo, intentan aprender en tiempo récord de qué va su función. Es decir que su sueldo es algo así como una beca. Pero el colmo de los colmos es cuando esos  funcionarios  aprenden tres conceptos y ya creen que aprobaron el doctorado en la materia. 

Como el contador Tobías, que hace menos de tres meses asumió en el Ministerio Agricultura y Ganadería de la provincia y hoy ya es un especialista en genética animal. Porque no se conforma como otros en solo poner la firma en los papeles, sino que además pretende hacer docencia como un buen científico y catedrático.

En tiempo récord, el contador no solo se convirtió en experto, sino que además se para como profesor delante de los productores para enseñarles como hacer el trabajo que muchos de ellos hicieron toda su vida y hasta algunos por varias generaciones. Porque será una eminencia en genética animal pero lo suficientemente humilde y desprendido como para compartir sus conocimiento.

Ironía aparte, claramente la ciencia tiene muchísimo para aportar a la producción. Y el mejoramiento genético sin dudas podría darle un impulso para un salto de calidad a los productores agropecuarios, que seguramente tendrán mucho que mejorar y aprender. El problema es el incordio que genera el que un improvisado y sin conocimientos en la materia pretenda gestionar lo que no sabe. No solamente por una cuestión de orgullo o egos, sino porque además generalmente esas gestionen provocan involuciones en las áreas. 

Para un productor es abismal la diferencia entre tener como interlocutor a alguien con experiencia y conocimiento (como pudo haber sido el ex ministro Zelarayán), y tener que planificar y gestionar con un aprendiz con ínfulas de eminencia. 

“Dios los cría y el viento los amontona” dice el refrán, y el genetista Tobias se juntó con la pichón de Elon Musk, Eugenia Rosales (que sabe mucho de simular ser experta) y firmaron el mencionado convenio de “Mejoramiento Genético de Ganado Bovino”. Pero no solo eso, sino que además “hablaron” sobre cómo lo implementarán. Y hasta fantasearon con “enfocarse” en “la investigación genética e innovación científica”. 

Porque una cosa es comprometerse con una función de la que no saben ni pio. Y otra es aparentar ser un experto en la materia. Que si se lo va a hacer, mejor hacerlo con toda la furia. Que con actitud y convencimiento, hasta el más ignorante se puede convertir en genetista. 

1 COMENTARIO

  1. Lo lamentable , son los numeros que manejan , cada toro de A. Lauret ” La Dominga” ( cuñado y socio de Mera) valdra $10.000.000 a 30 son $300.000.000 un tercio del avion. en el mergaco un toro son 1400 kg de novillo o sea unos $300.000 , la mayor venta se hizo de una vaquillona de$ 3.100.000 …un terrible negocio para bancar la campaña de Lauret a la presidencia “escandalosa” de la Asocc. Braford

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